Muchas veces, cuando he solicitado algún alta en algún sitio y me han hecho la típica pregunta de -¿Cuál es su profesión?- en ese momento se nubla el cerebro y me surgen mil imágenes con las que intento definir mi profesión para dar una respuesta adecuada. Estas son mis alternativas:
* Emprendedor: pero no es una profesión, a lo mejor una actitud ante la vida, pero no una profesión.
* Comercial: si, yo vendo los servicios de mi empresa, pero también hago más cosas.
* Consultor: no se, fuera de contexto suena raro, como a consultorio sentimental o de tarot. Otros podrán pensar en “tío de traje y corbata” y yo llevo años sin vestir así.
* Gerente: no es una profesión, tal vez un cargo.
* Y claro, tampoco he terminado ninguna carrera con la que pueda identificarme por una titulación, porque los masters executive no valen para tal fin.
Y solo me queda decir empresario, que puede ser lo que más se acerca a lo que realmente hago, dirigir una empresa que fundé hace mucho tiempo y que ahora hay en ella un montón de buenos profesionales que la sacan adelante.
Pero cuando lo exteriorizo y digo –De profesión empresario– se me queda una sensación rara por lo que últimamente representa esa palabra.
Suena a explotador, a sinvergüenza, a “milloneti arrogante”, a chulo prepotente, a corrupto, y a muchas más cosas negativas que positivas.
Es una verdadera pena que esto sea así, es una pena que ahora mucha gente diga que es emprendedor para no decir que es empresario. Es una pena que cuatro “monas” estén corrompiendo ese término tan bonito que únicamente quiere decir que “empresario es el que tiene una empresa“.
¿Hay algo malo en ello? ¿Es más guay decir emprendedor?
El emprendedor es aquél que tiene la iniciativa de emprender cosas, no necesariamente tiene que ser montar una empresa. Puede ser emprendedor el que propone, crea o lidera un proyecto dentro de una empresa o dentro de una institución pública (esto me lo recordaron algunos lectores del blog cos sus comentarios en el post de “emprender no mola nada“).
Sin embargo, cuando ese emprendedor si que se decide a constituirse como empresa y empieza a contratar a sus primeros trabajadores, ya podría denominarse empresario. A partir de ese momento su vida va a cambiar, pero no por ser emprendedor, si no por ser empresario.
Creo que la parte “emprendedora inicial” es la más chula, aquella en la que la energía es máxima, aquella en la que te quieres comer el mundo y nada te frena, aquella en la que todo es futuro aún teniendo la incertidumbre en su estado más alto.
Pero según esa idea emprendedora va tomando forma, a medida que crece en estructura y en trabajadores, a partir de tener que hacer frente a contrataciones y, queramos o no, a despidos, algo va cambiando dentro de la persona que ha iniciado el proyecto como emprendedor.
Poco a poco las cosas empiezan a verse de otra manera y la responsabilidad va aumentando. Poco a poco vas comprendiendo que hay que delegar todo el trabajo operativo en el equipo que estás construyendo, porque para eso buscas rodearte de gente mejor que tu en todo (o por lo menos es lo recomendable). Poco a poco vas viendo como tu “criatura” va tomando una forma, que no siempre es la que esperabas, pero que no tiene por qué ser algo malo el hecho de que sea diferente a lo que soñaste. Y poco a poco sientes cierta nostalgia de cuando todo pasaba por tus manos y eras parte activa de la “creación”.
Cuando la empresa crece es necesario apartarse de la operativa para liberar el talento de tu propio equipo. Desligarte de la acción para no ser un techo en la calidad final de lo que produces (ya sea producto o servicio). Buscar el foco estratégico, la “visión” y el sueño ideal, convirtiéndote en un director de orquesta que ya no toca ningún instrumento pero que debe ayudar a que todo tenga armonía.
Cuando sientes que ya no haces falta en el proceso creador ni en la operativa es cuando más sientes que lo único que puedes hacer para sumar valor es convertirte en un facilitador de bienestar, de actitud, de positividad, de energía, de motivación y de emoción.
Y miras atrás y descubres todo lo que ha ocurrido desde el principio hasta este momento. Te acuerdas de que todo empezó desde cero, sin nada más que ilusión y ganas. Intentas visualizar el camino y entender cómo ha ocurrido y piensas que sería imposible repetirlo. Y recuerdas todo lo que has sufrido, las noches enteras sin dormir, las horas y horas de trabajo intenso, los miedos y frustraciones por las cosas que salían mal pero también las alegrías por las cosas que salían bien.
Y recuerdas alegremente cada contratación como un pequeño ladrillo en la construcción de tu castillo. Y recuerdas amargamente cada despido o cada persona que se iba, por el motivo que fuera, como un pequeño fracaso propio en ese camino.
Y miras al futuro y piensas -¿y a partir de ahora qué?- y descubres que es lo mismo pero de diferente forma. Ahora más arropado, ahora más fuerte, ahora más seguro. Pero también con más riesgo, aunque más viejo y más pellejo, más prudente.
Es en ese momento cuando entiendes que la palabra “empresario” es sincera, es útil y es limpia.
Es en ese momento cuando levantas la cabeza y dices orgulloso, –De profesión empresario–
Suscribo al 100% tus palabras. me he sentido plenamente identificado. Respecto a la pregunta, muchas veces he respondido: “Emprendedor,empresario u hombre orquesta, como prefiera llamarlo”.
Me he visto muy identificada también. Es cierto eso de que te miran mal 🙁 recuerdo cuando me informaba sobre contrataciones para el primer empleado que contraté en mi primer intento emprendedor y el funcionario me hablaba como si fuese una explotadora que me estaba quedando con el dinero de los trabajadores, muy despectivamente… salí con muy mal sabor de boca de esa oficina. En este momento voy a por mi segundo intento emprendedor y con la misma ilusión, pero esta vez con fuerza para no achantarme ante tales comentarios. Ahora lo diré con orgullo: Soy empresaria.
Pues me identifico contigo. Rellenar papeles para el colegio de los niños y que te pregunten profesión, y no saber que decir… pues de profesión, telefonista, comercial, servicio técnico, almacenista, transportista, consultor, contable, cerrajero, mecánico, instalador de placas solares… De profesión todo aquello que ayude a que mi empresa vaya para adelante. Pues si EMPRESARIO. Es verdad que por las connotaciones negativas que tiene y aprovechando la moda de la palabra emprender, pues ahora hay mucha gente que prefiere decir que es emprendedor, y emprendedores somos todos los que ante algo intentamos aportar otro punto de vista.
Muy buena reflexión. Es un tema que me encanta. Me preocupa que la figura del empresario esté tan menospreciada en este país. Si hay un colectivo que puede sacar de la crisis a este país, son los empresarios. Ellos crean riqueza en forma de productos o servicios y puestos de trabajo. Mucha gente asocia empresario a banquero explotador o chanchullero de la construcción. Y muchos de esos no son empresarios. Son directivos o mafiosetes. O las dos cosas. Pero y las PERSONAS que arresgan su dinero, seguridad, etc por crear puestos de trabajo y tratar de cumplir su sueño? Esos no lo hacen por dinero. Lo hacen por sentir. Por pasión. Y de esos hay muchísimos. Esos sufren al despedir.
Un saludo, Javier!
WOOOW!!! es cierto, cada vez que me preguntan “¿qué soy?” siento ESO MISMO que describiste… y digo lo mismo… EMPRENDEDOR… aunque para serte sincero, aún no llegue al nivel de empresario, porque todavía no contraté a nadie, aún tengo mis dudas… pero al ir leyendo el desarrollo del post… solamente quise llorar… mucho… porque SÉ todo lo que uno pasa cuando dia a dia va construyendo esto… yo era la mano derecha de mi padre en este sueño, eramos el y yo (con cierta ayuda de mis hermanos) y ahora, por circunstancias de la vida, el ya no está a mi lado 🙁 y me asusta mucho pensar en el futuro, y lograr cosas… y mirar hacia atrás y añorar esos tiempos dificiles, pero hermosos en donde estaba con él…
Saludos desde Paraguay Javier… excelente post una vez más