Si, como lo lees, he decidido volver.
Hace unos meses, concretamente en julio de 2013, empecé a desaparecer casi por completo del panorama público, de los eventos, de los medios de comunicación, de Twitter, del blog y de casi todo lo relacionado con la actividad comunicativa de Kuombo.
Y no, no tiene nada que ver con que me hubiera vuelto ermitaño o si la empresa hubiera tenido problemas.
Me fui porque necesitaba un descanso, necesitaba reflexionar, necesitaba desintoxicarme, necesitaba encajar una serie de cambios que se estaban produciendo en mi vida y que solo yo podría gestionar.
En ese tiempo de cambios y de convulsiones tuve que tomar decisiones, y una de las más importantes era la forma en la que yo decidiría afrontar esos cambios.
Entendí que hay dos formas de afrontarlos: dejarse llevar por la situación o tomar las riendas para poner cada cosa en su sitio según las consecuencias que deseas que sucedan.
Y el cambio más importante al que tuve que hacer frente se produjo en noviembre de ese año, justo en mi 40 cumpleaños, y fue mi separación de Laura. Si, mi mujer y socia en Kuombo, la persona que me ha acompañado durante mis últimos 7 años, que ha creado conmigo la empresa desde hace 5, que se convirtió en mi socia hace 3 y que me dio el hijo más maravilloso del mundo hace 4.
Dicen que todo lo que empieza tiene un final, y a nuestros sentimientos de pareja les llegó el suyo. Y esto podía haber llevado al traste todo lo demás y teníamos que decidir si eso iba a ser así o si íbamos a ser capaces de ordenar sentimientos, objetivos, planes de vida, y muchas cosas más para que no se produjesen daños colaterales.
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Lo que podía haber pasado:
Dejarse llevar es lo que te pide el cuerpo, además, cuando te sucede algo así te vuelves frágil, débil, y no piensas con la cabeza si no con el corazón herido.
Dejarse llevar es lo cómodo, lo que no requiere esfuerzo, lo que te absorbe hacia el precipicio y pone en acción la ley de la gravedad propulsándote hacia lo más profundo del agujero emocional.
Dejarse llevar hubiese producido distanciamiento, rencor, dolor y muchas consecuencias negativas.
Al romperse la relación, nuestro hijo hubiese sufrido porque nos hubiera visto débiles, dañados, alejados.
No podríamos haber seguido trabajando juntos y la empresa habría cambiado inevitablemente, y seguramente a peor. La dirección se hubiese vuelto frágil, los objetivos difusos, y el motor se habría quedado al ralentí cambiando el rumbo y frenando la inercia del crecimiento.
Con ello el equipo habría sufrido, porque sus metas, sus sueños, sus expectativas se habrían truncado, su ilusión se habría desvanecido y los otros motores, los del propio equipo, se habrían apagado para siempre.
Y detrás del equipo habrían caído los clientes, se hubieran dirigido hacia otros sitios y habrían perdido la confianza en nosotros para siempre.
Al final de la jugada, decidir dejarse arrastrar por las emociones del momento habría sido una mala decisión que habría hecho daño a mucha gente. Y esto no lo podíamos consentir.
Lo que decidimos que debería pasar y conseguimos que sucediese:
Entendimos que al lado de una relación de pareja se habían forjado muchas más cosas.
Nos habíamos convertido en unos buenos padres que aman a su hijo y lo educan bajo unos mismos valores que le convertirán en un hombre de provecho. Y queríamos seguir siendo unos buenos padres unidos en la educación de nuestro hijo.
Nos habíamos convertido en empresarios que luchan por un ideal, por un equipo, por unos clientes y por un crecimiento personal y profesional. Y queríamos seguir aprendiendo a ser empresarios y a seguir creciendo.
Nos habíamos convertido en un gran equipo comercial y de gestión, aprendiendo a trabajar juntos como un perfecto engranaje que funciona solo y que consigue sus objetivos. Y queríamos seguir potenciando ese equipo para conseguir más y mejores objetivos.
Y tuvimos que elegir, y elegimos no caer si no levantarnos, buscarnos a nosotros mismos por separado y coger todas las fuerzas del mundo para aparcar sentimientos negativos, potenciar los positivos y aprender a querer de otra manera, menos egoísta, más generosa, más sólida.
Y pudimos demostrar al mundo algo importante, que una pareja sentimental, que además trabaja en equipo, puede dejar de ser pareja sentimental y a la vez crecer como pareja profesional.
Entonces empezó a desarrollarse en mi interior otro presente que desembocaría en otro futuro, ni mejor ni peor que el que yo esperaba, si no diferente, nuevo.
Y ese futuro me pedía estar más preparado, más maduro, más orientado a mis objetivos.
Y empecé a conocer más a mi hijo, a acercarme más a él, a entendernos mejor, a disfrutar de nuestro tiempo con más intensidad.
Y empecé a ver la empresa con otras miras, con menos miedo al crecimiento, con menos pavor a la soledad del empresario, con más espíritu de lucha, con más futuro.
Y empecé a proponer cambios en la dirección, en el servicio, en la gestión, en la operativa. Y se pusieron en marcha esos cambios que hoy nos muestran otro camino, otro horizonte, otras realidades.
Y empecé a conocerme mejor interiormente, y a potenciar nuevamente mis aficiones, mi deporte de siempre, el boxeo, mi físico, mi alimentación, mi concentración, mi espíritu de lucha y de superación.
Y empecé a ver otras metas profesionales, a añadir otras líneas de negocio complementarias, a probar otros mercados, a conocer otros caminos.
Y empecé a cambiar mis hábitos, a relacionarme más fuera de mis círculos, a conocer otros puntos de vista, otras mentalidades, otros enfoques de vida.
Y descubrí a la gente sincera que realmente está a mi lado y que me ha demostrado tanto!!!
Y crecí, y me hice fuerte, y decidí algo importante: volver!!!
Y he vuelto para quedarme y seguir dando guerra y prepararme para un evento importante, mi próximo cumpleaños en Noviembre, el de los 41, en el que celebraré los 40 que en su momento no celebré y los 20 que he recuperado en espíritu, en energía, en fuerza y en pasión.
Lo más importante que he aprendido es que los cambios llegan, pero las consecuencias que estos producen se eligen al tomar la decisión de afrontar los cambios de una manera o de otra.
No somos dueños de los cambios, pero sí de la actitud con la que nos los tomamos y por tanto de sus consecuencias.
La vida es un cambio constante. Vive!!! Cambia!!!
Enhorabuena por el post! Se te ve muy positivo y me alegra mucho leer que habeis conseguido formar un gran equipo aún teniendo vidas separadas. A ver si los 41 te coincide otra vez en IEM y lo celebras con nosotras con otra merienda en el cupcake :-P. A seguir dando guerra! 🙂
¡Qué bien contado y expresado Javier!. Eso es ser valiente, afrontar la adversidad con inmenso sentido común y respeto hacia ti y a los demás y salir reforzado. Unos también lo llaman resiliencia. Yo diría que a eso se le llama inteligencia. Ojala yo pudiera contar una historia parecida, pero no.
Os deseo lo mejor a ti a Laura a Neo y a KUOMBO.
Poco más que añadir, me alegra ver que hay gente que puede resolver los conflictos de la vida con sentido común (envidia sana), gracias por compartirlo y me alegro de que vuelvas. Lo del cambio constante es un hecho, eso genera incertidumbre y por tanto se valoran más las cosas y hacen de la vida algo más intenso y hermoso verdad? Bienvenido de nuevo a esta locura tan intensa y apasionante 🙂
Qué agusto se queda uno cuando tras la tormenta te descubres con las manos en el timón. Enhorabuena marinero.
Me alegro! Y sí, no puedes cambiar las situaciones … Pero sí adaptarte a ellas.