Twitter, una droga del siglo XXI

Llevo unos dos meses sin entrar a Twitter, como si estuviera de baja, salvo para responder a algún DM por educación. Los motivos varios, pero sobre todo necesitaba desconectar un poco de tanto enganche y de tanta exposición.

Este tiempo me ha servido para darme cuenta de 6 cosas curiosas que quiero compartir en este post. Pero antes os dejo este vídeo.

Twitter engancha mucho y eso no es nada bueno

Si, parece una tontería pero engancha. Roba tiempo y te pierdes grandes cosas cuando estás constantemente leyendo el TL o escribiendo absolutamente todo lo que te pasa en la vida. Sobre todo cuando lo tienes que compaginar con una importante actividad laboral llevando a cabo un proyecto empresarial (como es mi caso).

Cuando la gente cercana me decía “ya te vale con el telefonito” yo pensaba “bueno, no es para tanto”. Pero ahora que he conseguido “quitarme” me he dado cuenta de lo enganchado que estaba y de lo que me estaba perjudicando en mi vida personal.

Había veces que miraba el TL cada 5 segundos, tal cual, como si me fuera a perder algo importante (que no digo que la gente a la que sigo no diga cosas importantes, pero no es nada normal esta actividad).

Tenía que estar leyendo o escribiendo en Twitter hiciera lo que hiciera; estando con mi hijo, viendo una película, en una reunión, cenando o comiendo, estando de charla con amigos, incluso (lo más peligroso) conduciendo.

No, mira, no es nada normal, todo en su justa medida.

No hace falta contarlo todo en Twitter

Esto era algo que me llamaba la atención de mucha gente, pero al final caí yo también. Esa sensación de querer tuitear algo que acabas de hacer, que acabas de ver o que te acaba de pasar. Como si tuvieses la necesidad de contarlo a los cuatro vientos con la famosa frase de “esto hay que tuitearlo”. Y luego fríamente lo piensas y dices “¿y esto a quién carajo le va a importar?”

Y ya ni hablar de cuando ves a alguien, o entras en algún sitio con alguien, o estás cenando en algún restaurante con alguien, y “necesitas” que todo el mundo se entere de que estás con ese “alguien”. ¿Te has parado a pensar que, a lo mejor, a la gente con la que estás no le apetece que tu mundo se entere de que ellos están contigo en ese lugar?

En estos meses sin entrar en Twitter he hecho tantas cosas, me han pasado tantos acontecimientos importantes (buenos y malos), he estado en tantos lugares y con tanta gente, que si lo hubiera tenido que contar todo hubiera aburrido hasta a las moscas.

Además, es mejor así, porque ahora he tenido la oportunidad de compartir todo esto con amigos o conocidos en una animada charla cara a cara. Recuerdo que antes la conversación era “ya, si leí en Twitter que has estado aquí o allá o con fulanito, menganito o zutanito”, y el factor sorpresa de la conversación tenía menos valor que cero elevado a cero.

La sobreexposición termina quemando

Como todo en la vida, algo en exceso es malo. Pues con la exposición pública pasa igual. No ya solo porque todo “bicho viviente” sabe en cada momento dónde estás y lo que piensas, sino que encima puede crearte conflictos o incompatibilidades injustificadas y evitables.

Por ejemplo ocurre cuando nos despertamos dando los buenos días o nos acostamos dando las buenas noches. Está muy bien y es de muy buena educación, pero ¿de verdad a alguien le importa cuando me levanto o cuando me acuesto?

He aprendido que esto solo puede causarme problemas del tipo “claro, siempre te acuestas a tal hora” o “normal, has llegado tarde porque te has levantado a tal hora”.

Twitter no es (o no debería serlo) un chat

Esto de usar Twitter como un chat es algo muy común (a todos nos pasa) ya que estamos acostumbrados a usar otros sistemas de chat, privados o públicos (pero restringidos) para dialogar sobre algún asunto y nos contagia la forma de usarlo cuando estamos en Twitter.

Nos enzarzamos con alguien a hablar de algo, incluso con respuestas de tanto valor cultural para los seguidores como “ok”, “jajajaja”, y lindezas varias, que no caemos en la cuenta de que no solo nos leen los interesados sino que también todos los seguidores o todos aquellos que nos han agregado a una lista. Estos pobres terminan leyendo nuestros “ok” y nuestros “jajajaja” sin entender lo más mínimo lo que están leyendo y los más curiosos no tienen más remedio que ver y leer las conversaciones enteras aunque muy probablemente así tampoco acaben aclarando gran cosa.

Yo me he dado cuenta cuando me he puesto a seguir a alguien, porque pensaba que me iba a interesar lo que decía (que seguro tiene mucho que contar que sea interesante), y he terminado aburrido de ver que lo más interesante que le he podido leer eran cosas como “ok” o “jajajaja”. Pues tengo que confesar que yo también he sido de los del “ok” o el “jajajaja”.

No comentes ese programa de TV, no te pagan por ello

Bueno, vale, se puede comentar pero no siendo cansino. Esto es un clásico, cuando hay un programa de TV y todo el mundo estamos comentando lo que estamos viendo. Esto ya es de locos, sobre todo visto desde la distancia de haberme desenganchado.

Vamos a ver, o estás “viendo” o estás “comentando”. Pero el que “lee” tiene más delito porque o está “viendo” o está “leyendo”. Y ya la pera limonera es el que consigue hacerlo todo a la vez porque “ve”, “lee” y “comenta”. Al final me he dado cuenta que cuando he hecho esto, ni he disfrutado con lo que he visto, ni ha tenido mucho sentido lo que he comentado, ni me he enterado de lo que he leído. Y pienso “¿no hubiera sido mejor centrarme en verlo y punto?”

Desde que no tuiteo cuando veo algo: disfruto mucho más de lo que veo, me encuentro menos influenciado por la “masa” tuitera, y luego puedo comentar con más criterio con otros que han visto lo mismo que yo.

Tus dedos pulgares te lo agradecerán

Esto ya es de nota. Yo he sido deportista de bastante intensidad, y ahora tengo unas secuelas en mis articulaciones por ese motivo, pero los dolores que tengo en los pulgares son debidos al “telefonito” de marras y al vicio de Twitter.

Si esto se lo cuentas a alguien hace 10 años se mea de la risa. Pero puedo asegurar que en estos dos meses me he recuperado de los pulgares (me da vergüenza reconocerlo) y encima se me cansa menos la vista y me duele menos la cabeza.

Tener vicio con Twitter lesiona. Así que por todo y por esto he decidido volver, pero con moderación, con criterio y sobre todo con prudencia.

Twitter está muy bien, puedes conocer mucha gente interesante de la temática que quieras, puede ayudarte a que te des a conocer para que te puedan ver posibles clientes, incluso puede facilitarte información que por otros medios sería difícil localizar, pero siempre con moderación.

Espero poder seguir estas pautas ahora que regreso, pero ¿te sientes enganchado a Twitter?

21 comentarios en “Twitter, una droga del siglo XXI”

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