No, no me he vuelto loco ni me han dado un mal golpe que ha acabado con mi cordura. Estoy haciendo una reflexión sobre los conceptos de estrategia y de ejecución. Sobre todo viene motivada por la cantidad de veces que un cliente (interno o externo) pide garantías sobre si seguir una estrategia u otra será mejor o peor.
¿Realmente la estrategia es lo que define el éxito o fracaso de un proyecto? ¿Cómo saber si la estrategia ha funcionado o no? ¿Hasta dónde las decisiones que tomamos cuando dirigimos una empresa, un equipo o un proyecto son más concluyentes que la propia estrategia por definición?
Dicen que una excel lo aguanta todo, al igual que un canvas e incluso un business plan. Realmente no son más que teorías, elucubraciones, fantasías y deseos. Que si, que son importantes y sin ellas mejor nos dedicamos a otra cosa. Pero ¿son lo único importante?
Últimamente me he dado cuenta del peso que tiene la ejecución, pero no en el sentido amplio de la expresión “ejecutar una estrategia“. Me refiero a algo más espontáneo, más inmediato, más explosivo. Me refiero a la toma de decisiones del día a día, esas que solo pueden tratarse de manera individual como responsable de área, de equipo o de empresa. Esas que solo pueden tomarse en solitario y que muchas veces se tienen que ejecutar de manera inminente, en el momento, en el instante.
Seguro que todos nos hemos encontrado con estas situaciones en las que hemos tenido que tomar decisiones, que por mucho que quieras meditarlas, por mucho que quieras valorarlas dentro del marco de una estrategia global, ponen en peligro todo el proyecto o marcan el camino hacia el éxito más rotundo.
Por poner un ejemplo gráfico que ilustre mejor lo que pretendo reflexionar, hablemos de boxeo.
Imaginemos un boxeador que ha entrenado duro, tanto física como técnicamente. Además lo ha hecho acompañado por su entrenador, por su equipo del gimnasio y por sus preparadores físicos. Han trazado una estrategia para el combate, pensando en su contrincante y en sus propias capacidades, han estudiado todos los puntos débiles y fuertes de ambos, han preparado nuevas combinaciones de golpes y nuevos pasos para esquivar los ataques del contrario. Y han creado un “tempo” para el combate que está pensado y diseñado para ganar.
Todo apunta a que será un éxito.
Sin embargo, en el momento del combate todo depende de la decisiones que el boxeador tome en solitario, no ya solo en si decide aplicar el plan (que entiendo que lo hará), si no en ciertos movimientos que va a tener que hacer de manera casi intuitiva.
Cuando vea llegar una derecha del contrario, que no se esperaba y no entraba en sus planes, debe tomar decisiones y pensará varias alternativas en cuestión de milisegundos: “¿esquivo y contraataco? ¿Paro el golpe y entro en corta distancia? ¿Doy un paso lateral y espero una bajada de guardia?”. Ese momento es crucial y puede ser el desencadenante de recibir un golpe de KO o de cazar al contrario y hacerle besar la lona.
Evidentemente, por mucho que haya estudiado al contrario, es más que probable que éste también haya hecho los deberes, y por tanto, independientemente de la estrategia marcada, se va a enfrentar a nuevas situaciones no estudiadas y sobre las que tiene que tomar decisiones en solitario. No puede parar el combate y preguntarle a su equipo “oye, que me está lanzando golpes nuevos, ¿qué dice la estrategia? ¿Qué táctica aplico?”
En el terreno de la empresa ocurre algo similar. Nos esforzamos en trazar estrategias y en diseñar tácticas que nos ayuden a conseguir los objetivos, pero no es aquí donde se ganan las batallas. Es en el día a día, en las decisiones puntuales que tomamos en solitario, donde realmente radican los puntos de inflexión que van a facilitar el éxito o a provocar el fracaso.
Decisiones como contratar o despedir a alguien, llegar a un acuerdo con un proveedor o romper con él, ser flexible con las exigencias de un cliente o cuadrarse ante ellas y no dar tu brazo a torcer, decidir las prioridades de pago ante un problema de tesorería o decidir las prioridades de inversión ante un excedente de caja, afrontar una demanda que te llega por cualquier motivo o plantearte demandar a alguien que te está importunando, y multitud de situaciones similares.
Es ahí donde realmente te la juegas, en esas decisiones que, al margen de la estrategia empresarial y de las tácticas de negocio que estés llevando a cabo, desencadenarán un efecto mariposa que puede ayudar en la estrategia fijada o puede llevarla al traste por muy bien planteada que esté.
Es en esos momentos cuando la gente de tu alrededor te va a exigir esa decisión, mirándote desafiante esperando tu sentencia, guardando para sí mismo el derecho de apoyarte o de mostrarte su disconformidad, ofreciéndote consejos, unas veces sinceros y otras condicionados, a la vez que afirman amigablemente “venga, tú decides, la vaca es tuya”, incluso esperando ver el resultado para decirte abiertamente “te lo dije” o “tomaste una buena decisión”.
Y pensarás que estas circunstancias son imprevisibles, y que por tanto se salen de lo trabajado en la estrategia. Pero no es del todo cierto ya que algo importante que hay que tratar en dicha estrategia es el análisis de riesgos, los cuales iremos ampliando a través de la mejora continua y de las lecciones aprendidas.
Por tanto he llegado a una conclusión: cualquiera es capaz de hablar de estrategia, desde los consultores a los directivos pasando por los “listos” de barra de bar, los trabajadores experimentados o el último becario que apareció en la empresa. Cualquiera puede salvar el mundo con teorías, con postits, con excels o con pizarras. Cualquiera puede, con mayor o menor creatividad, soñar un futuro y diseñar un camino para llegar a él.
Lo realmente complejo es tener que tomar las decisiones acertadas que pueden cambiar el rumbo de la historia llevando la estrategia a lo más alto, o enfrentarse a decisiones equivocadas que pueden matar la estrategia por el camino frustrando los sueños de todo un equipo.
Llegado a este punto, reafirmo mi convencimiento actual de que la estrategia no vale para nada, pero amplío esta reflexión diciendo que: “La estrategia no vale para nada si no la aterrizamos y si no la complementamos con un buen plan de acción a nivel de tácticas y aprendemos a tomar las decisiones adecuadas en el día a día habiendo previsto cualquier incidente a través de un análisis de riesgos“.
Por tanto ¿dónde está la clave del éxito?
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HOLA JAVIER!! como estas tu? comparto plenamente contigo este concepto, uno debe tener las estrategias, siempre a mano, y varios planes A, B, C; PEEERO!! en el momento de definir un negocio, nunca sabes con que te vas a dar, en mi caso que las decisiones dependen de los clientes, muchas veces se ha llegado a una negociación flexible e impecable con una de las partes, y la otra parte “siempre esta buscando la quinta pata al gato”, cosa que nada tiene que ver con la negociación, sino con la propia insatisfacción interior que ellos tienen y esta situación y postura de un cliente, hace que no se pueda cerrar la operación inmobiliaria, entonces “a remarla de nuevo” y llevar a cabo esa operación con otro cliente y por ende con otra estrategia. Claro que las estrategias sirven, y son muy útiles, siempre hay que tenerlas presentes y bien frescas, inmersas en uno mismo, pero también es muy cierto que debes estar preparado para que si todo eso impecable que hiciste durante la negociación sea de la índole que sea, si por causa de uno de los clientes, llega a fracasar, no termine desmoronandote, sino que esto sea para fortalecerte y analizar la mente del otro y terminar “haciendo la operación si o si, aunque te lleve un tiempo considerable y que no estaba en tus planes”. Ademas hay que tomar las decisiones acertadas, y en un instante, se definirá tu futuro, tal como tu JAVIER usas el ejemplo del boxeador en fracción de segundos tienes que decidir, es así, pero tienes que saber y estar consciente de que todo depende de uno mismo, y aunque la decision sea errada, inapropiada, sera la que marcara el futuro, y tendrás que convivir con eso sin estar culpándote por el resto de la propia vida, sino analizando en que uno se ha equivocado, para nunca mas repetir este error! JAVIER, TODO LO MEJOR PARA TI, DESDE CORDOBA, ARGENTINA!!
Por lo general, las estrategias se construyen durante un periodo determinado y con una fecha límite. Para imprimirlas y que sirvan como guía en las próximas semanas, meses o incluso años. Pero los tiempos cambian, situaciones inesperadas surgen en todo momento y cuando esto ocurre, tal y como comentas, Javi, las estrategias no valen para (casi) nada. Justo en ese momento es cuando tu intuición, creatividad, saber hacer y serenidad te sirven para salir adelante y poder redondear una jugada maestra que no estaba sobre el papel. Enhorabuena por el post amigo, sublime como siempre 😉
Muy bueno, pues sin estregia!!!
“Estrategia sin táctica es el camino más lento hacia la victoria. Táctica sin estrategia, el ruido antes de la derrota” – Sun Tzu,
Aunque alguna vez equivoques tus acciones, no sirvan para nada o incluso vayan en contra de tu estrategia nunca pierdas de vista esta última pues será la responsable de devolverte al camino que trazaste.
Una gran reflexión, no todo esta en la estrategia, es fundamental quienes la implementan y cómo. El papel de las decisiones operativas diarias esta infravalorado, brillante post!