Leyendo el título de este post podrías pensar “venga, xe, no es para tanto chaval”, o tal vez te pase por la cabeza algo del tipo “pues no debería ser tan raro si es tu propia agencia creativa”, pero en mi cabeza no ha sido tan fácil todo este proceso ¿me dejas que te cuente?
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Pues comienzo.
Resulta que, de alguna manera, un día como hoy hace ya un año, muchas cosas en mi vida estaban cambiando y se terminaron de materializar en un proceso de cambio intenso, obligado por las circunstancias, y que hoy siento que está bastante consolidado.
Por ponerte en contexto, en el caso de que hayas aterrizado por aquí sin saber nada de Kuombo, te hago un resumen rápido de la situación. En los 11 años de vida de la agencia hemos pasado por diferentes enfoques de modelo de negocio. Empezamos siendo una discreta y pequeña consultoría de negocios de internet, luego nos convertirnos en una “factoría” de tiendas online, y fuimos evolucionando hasta llegar a ser una agencia de marketing que diseña estrategias de venta omnicanales.
En este tiempo siempre he pensado que mi labor era la comercial, la de generar negocio para la empresa, desde captar clientes hasta cerrar tratos con ellos y que eso de la creatividad era algo reservado para “otros”, sobre todo a medida que la empresa se iba haciendo grande y empezamos a tener estructura de cierto tamaño (para mi “cierto tamaño” es a partir de los 10 trabajadores).
Pues bien, este año he descubierto el motivo de este angustioso pensamiento, el de sentir que no podía ser un buen Director Creativo de mi propia agencia, y no es otro que ciertas reminiscencias ancestrales de mi vida (a veces las llamo “mis pequeñas mierdas del pasado” con el perdón de la mesa). Algunas de ellas son:
- De cuando pintar retratos en clase de química estaba mal visto por todos.
- De cuando, en lugar de ir a la universidad, decidí ponerme a aprender el oficio de comercial, siendo para muchos una forma de perder el tiempo como un buscavidas “cualquiera”.
- De cuando monté mi primer prototipo de estudio creativo en el año 96 sin haber estudiado nada relacionado con el sector.
- De cuando ponía en marcha mis enormes ganas de aprender fuera del sistema, aún sintiéndome un permanente intruso en todo lo que he emprendido, a pesar de haberlo aprendido en el proceso.
- De cuando he admirado tanto a cualquier perfil profesional creativo que siempre me he sentido pequeño a su lado intentando absorberlo todo para entenderlo.
- De cuando las dudas de, si fue antes el huevo o la gallina, me asaltaban a cualquier hora consiguiendo que me comiese muuuuucho la cabeza por todo.
- De cuando un “¿quien te crees tú para estar aquí?” me quitaba el sueño de manera permanente durante días, por si acaso el troll tenía razón.
- De cuando, por haber cerrado una empresa con enormes deudas y estar años pagando el pato, tenía permanente pánico a que se repitiese la historia y me volví “prudente” en mis ideas y planteamientos.
- De cuando… y tantas, tantas otras.
Y tal vez te preguntes “vale Echaleku, me parece ok pero ¿cómo lo has descubierto todo esto? ¿Qué te ha llevado a atar todos estos cabos?” Pues por la suma de una serie de catastróficas desdichas (como se titulaba aquella saga de libros) y que tambalearon los cimientos de una estructura, tal vez cómoda para mi y para mis inseguridades, en la que se sustentaba el sistema de trabajo de todos los clientes de la agencia y de nuestros proyectos internos.
Como punto positivo, he de decir que hacía tiempo que había delegado en mi socia Laura la difícil misión de la dirección general (algo que ella hace indiscutiblemente mejor que yo). Y aunque este cambio me permitió poder buscar la manera de centrarme en lo que mejor hacía y en lo que más felicidad me aportaba, teniendo la confianza plena en que todo lo demás funcionaría genial, es cierto que desde entonces también me sentía atrapado y perdido en el rol de administrador, firmante de “cosas varias”, y comercial que trae negocio a casa.
Una vez ponía en marcha dicho negocio, ya se encargaban los demás (equipos de cuentas, de marketing y de producción) de desarrollarlos y gestionarlos a su modo. Siempre, obviamente, con mi supervisión y aprobación, observando, dando mi punto de vista y aportando mis ideas y planteamientos.
Pero me sentía muy lejos de disfrutar ese momento de crear, de inventar y de volar, porque mi cabeza me ponía la trampa de hacerme sentir que yo no tenía la suficiente autoridad como para profundizar más. De alguna manera me obligaba a pensar que yo no tenía ese derecho. Por tanto, todo fluía en los roles que se habían establecido y con los métodos y personas que se habían ido sucediendo.
Y llegó el momento.
Las desdichas de las que te hablaba se juntaron todas, en un breve periodo de tiempo, y desencadenaron una serie de acontecimientos acelerados que desembocaron en hacerme ver la necesidad de replantearme toda la estructura creativa que llevaba años arrastrando.
Digamos que entendí que había llegado (forzosamente) mi momento de poner en práctica mis 25 años de universidad de la calle (sí, soy mayor), mis masters executive, mis decenas de libros, mis innumerables cursos como alumno y todas las peripecias que llevo años haciendo como profesor en las clases de estrategia y en los talleres de Sales Funnel Canvas, donde sí que desato toda mi creatividad y mi locura y me hacen disfrutar enormemente.
Por tanto fuera dudas, adiós inseguridades, cerramos capítulo, abrimos otro, me armo de valor y me propongo, después de una gran reflexión, como Director Creativo de la agencia al frente de todos los trabajos. Con la certeza de que todo iba a salir bien y con la seguridad de que todo lo que había observado durante años, y que no terminaba de gustarme, ahora se haría a mi manera y sobre mis pensamientos e intuiciones.
Primer paso, proponer el cambio a los socios, los cuales apoyándome ciegamente en esa decisión y confiando enormemente en mis capacidades, me dijeron un SÍ rotundo y sin contemplaciones. Esto me armó de valor y me dio un chute de energía porque era cómo si en ese momento me hubiesen salido alas, a lo Redbull.
Luego, hablar con los clientes que trabajaban con nosotros en ese momento para contarles los cambios y nuevas fórmulas. ¿La respuesta de ellos? La mejor que podía esperar “no te preocupes de nada, adelante, me gusta que ahora estés al frente de la creatividad de nuestros trabajos”.
Y por último, aunque no menos importante, con el equipo de trabajo que iba a continuar en la empresa y con los nuevos que se incorporaban. Su apoyo máximo y su confianza plena, así me lo transmitieron y así ha seguido siendo desde entonces.
Ha sido un año duro, muy duro, de hacer muchos cambios, de generar muchas nuevas cosas, y de ver como esos pequeños hitos se iban cumpliendo hasta que, al hacer reflexión del año, te das cuenta de que desde entonces no hemos perdido clientes y que además han entrado infinidad de clientes nuevos que siguen trabajando con nosotros. Hemos creado nuevos productos, mejorado servicios, ideado nuevas estrategias, colaboraciones y líneas de negocio. Pero lo mejor de todo es que estamos consiguiendo grandes resultados.
Necesitaba este año y estos hitos para demostrarme que podía hacerlo, necesitaba a mis socios y a mi equipo a mi lado, necesitaba ver la cara de WOW de esos clientes que valoran las locuras por encima de las formalidades, y sobre todo necesitaba acostarme una noche y decir, “ahora sí, soy Director Creativo”.
Muchas gracias a todos, con todo mi corazón.
Te leo y me alegro mucho por ti/vosotros.
La gente suele asociar la creatividad con disciplinas artísticas o con el diseño. Y lo cierto, es que no tiene tanto que ver con eso y SÍ con el criterio.
Como dijo Erich Fromm “La creatividad requiere tener el valor de desprenderse de las certezas”
¡Felicidades Echaleku!
Muy buen contenido, desde luego se aprenden muchas cosas nuevas como emprendedor. Te seguiré más días de la semana de la que voy al trabajo, un abrazo.