“Fake it till you make it”, la delgada línea entre la experimentación y el fraude

A estas alturas nadie puede negar que el sector de las startups está lleno de experimentos fake que forman parte de la metodología de experimentación de la filosofía Lean Startup. El problema es que algunas de ellas, como el caso Theranos, se han excedido del límite de la experimentación llegando a ser uno de los mayores fraudes del mundo empresarial, engañando no solo a clientes, si no también a inversores y empleados, pasando por instituciones médicas e incluso gobiernos y expresidentes como el mismísimo Bill Clinton. Te recomiendo que veas el documental de HBO “The Inventor: Out of blood in Silicon Valley” que relata el caso con todo lujo de detalles.

Después de esto, ¿qué futuro le depara al famoso, controvertido y por algunos criticado, concepto “Fake it till you make it” que tanto impulsó el mundo startup en su natal Silicon Valley? ¿Es justo condenar a muerte la base de toda una filosofía que ha cambiado radicalmente el mundo de la creación de empresas? ¿Estábamos preparados moralmente para este tipo de conceptos tan disruptivos? ¿Debemos entonces prohibir un martillo si algunas personas lo usan para matar gente? ¿Qué pasará entonces con los que quieren usarlo simplemente para clavar clavos? 

Filosofía lean startup

Además, por todos es conocido el desarrollo de productos basados en el MVP (siglas en inglés del concepto “Producto Mínimo Viable”) siguiendo la famosa filosofía del “falla pronto, falla barato”, a la cual, si encima la adornamos pintando con el archiconocido lienzo de diseño de modelos de negocios del bueno de Osterwalder, todo apunta a que vamos por buen camino, pero ¿cómo saber diferenciar la delgada línea que separa el experimento fake del prototipo vendible o del producto elaborado, en cuanto a nuestros objetivos de validación de hipótesis se refiere? ¿Cómo determinar cuando un MVP es ya un producto más consolidado del que no tengamos reparo moral a la hora de venderlo? ¿Es legítimo confrontar a un cliente contra un experimento fake (sin que el cliente sea plenamente consciente de ello), previo incluso al MVP y por tanto sin muchas garantías de que aquello termine convirtiéndose en un producto real, para evaluar su interés real en adquirirlo si considera que cubre sus necesidades o soluciona sus problemas?

MVP, ¿realidad o ficción?

La verdad es que si lo piensas bien, estas teorías, filosofías, técnicas o prácticas (como cada uno las quiera llamar) tienen tanto de maravilloso y emocionante como de peligroso y moralmente delicado, por no decir cuestionable, ya que no dependen tanto de la parte académica del asunto sino del PODER (en mayusculas, sí) que pueden proporcionar al emprendedor que está buscando el Santo Grial de su modelo de negocio para convertirlo en el próximo unicornio (startups valoradas en más de 1.000 millones de dólares). Y hablamos de un poder muy peligroso, ya que cuando navegas dentro del “campo de distorsión de la realidad” (que tan famoso hizo Steve Jobs) para inventar realidades que pueden, tal vez, cambiar el mundo, es muy fácil que uno termine creyéndose dichas invenciones de manera enfermiza y pierda el contacto con la realidad más terrenal.

La clave por tanto está en la cordura y en la honestidad de las personas que manejan la herramienta, y en saber si la usan únicamente para clavar clavos y no para matar gente, aunque obviamente (y a las pruebas me remito) matar pueden, aunque no deban o quieran. Y cuando hablo de matar no me refiero únicamente al ejemplo del martillo sino a la realidad de las startups, a sus fakes y a los MVP cuando se trata de mercados en los que se pone en juego la vida de los consumidores o de otro tipo de gente como daño colateral. Podemos observar el ejemplo con el que empezaba el post, cuyo negocio consistía en la realización de análisis clínicos low cost, de los que podía concluirse un diagnóstico erróneo pudiendo poner en peligro la vida de la gente. Pero podemos analizar otros ejemplos como los coches sin conductor de Google o cualquier otro modelo de negocio que implique, de forma directa o indirecta, riesgo para las personas.

Pero entonces, ¿qué ocurre con lo de “sin riesgo no hay innovación”? ¿Qué habría sido de los coches o los aviones sin los primeros pasajeros intrépidos o inconscientes que los probaron? Nuestra historia más remota también está llena de ejemplos de startups (aunque en aquella época no se supiera que eran tal cosa), de fakes más o menos elaborados conscientemente, y de MVPs varios llenos de sentido común. Al fin y al cabo todo lo relacionado con el mundo startup no empezó desde la creación de métodos nuevos sino desde el análisis de lo que unía a las empresas que tuvieron éxito por el sentido común aplicado en su ejecución.

Experimentación

Sin embargo, uno de los principales debates morales que pueden surgir de los experimentos fake haría referencia a si es viable la construcción real de ese producto después de haber validado el encaje problema/solución y por tanto, examinar consecuentemente la forma de alinear los tiempos de testeo, con los de producción, con los comerciales. La locura máxima que cometieron en Theranos, bajo mi punto de vista, fue alargar demasiado el experimento fake y llevarlo al extremo del engaño masivo sin garantías de que pudieran fabricar algo que cumpliese la promesa de su propuesta de valor, no asegurando la viabilidad y la legalidad.

En mi opinión, me considero defensor a ultranza del concepto Fake Startups, llámame atrevido, pero creo que bien usado sigue siendo el mejor invento del mundo de la creación de empresas, que además todos hemos usado en un momento o en otro. Pero claro, algo que pertenecía al conjunto de unos pocos inconscientes, que jugando a probar, conseguían validar casi sin querer lo que sus potenciales clientes querían, se ha convertido en un estándar que muchos han mal entendido o incluso abusado de ello hasta extremos fuera de lo racional y legal.

Por tanto, seguiré trabajando, tanto en mis proyectos como en los de nuestros clientes y alumnos, con experimentos fake y con prototipos que sean lo más creíbles posible, no con la intención de engañar a nadie, porque no es mi estilo, sino con el afán de descubrir lo que realmente necesitan (aún sin saberlo) los compradores a los que nos dirigimos para, gracias a ello, construir propuestas de valor que hagan más fácil la vida de los consumidores.

Al final de la jugada, tanto en la creación de empresas como en el mundo de las ventas, el objetivo final es ese, hacer que la vida de los consumidores que nos compran sea mejor, aunque sea un poquito solo, gracias al intercambio de su dinero por el valor que les aportamos con nuestras creaciones. Y eso, como dicen ahora los jóvenes, “es bien”.

Y qué mejor, para ilustrar todo esto que acabo de contar, que enseñarte el making off de la campaña de nuestro producto “Fake Startups” 👇🏻 que hemos diseñado y así invitarte a que sigas el juego hasta el final, ¿te atreves?

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1 comentario en ““Fake it till you make it”, la delgada línea entre la experimentación y el fraude”

  1. Es un tema delicado que no entra el blanco o negro, como se dice “el diablo está en los detalles”.
    Desde luego es una herramienta el concepto fake, y cada vez más una herramienta necesaria en algunas startups que tienen la “cruz” de ser muy innovadoras.

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